La Palabra de Dios advierte repetidamente sobre el peligro de la mujer rencillosa, comparándola con una gotera continua que desgasta la paz del hogar (Proverbios 19:13, 27:15). Un esposo que vive con una mujer conflictiva prefiere huir a un rincón del terrado o incluso a la soledad del desierto antes que soportar la contienda constante (Proverbios 21:9, 21:19, 25:24).
Esto demuestra que la falta de mansedumbre y respeto puede destruir la armonía familiar, socavando el propósito divino del matrimonio como una unión de amor y edificación mutua (Efesios 5:22-25). El apóstol Pedro exhorta a las mujeres a vivir en sumisión y con un espíritu afable y apacible, el cual es de gran estima delante de Dios (1 Pedro 3:1-4).
En contraste, una mujer que insiste en la contienda y el enojo no solo daña su relación con su esposo, sino que también se aparta del carácter piadoso que Dios demanda. Su actitud puede convertirse en una piedra de tropiezo para su familia y debilitar su testimonio cristiano.
En cuanto a la salvación, una vida de contienda y enojo puede alejar el corazón de Dios. Jesús enseñó que el amor y la paz son señales del verdadero discípulo (Mateo 5:9, Gálatas 5:22-23). Si una mujer no busca la transformación de su carácter a través del Espíritu Santo, corre el riesgo de endurecer su corazón y desobedecer la voluntad de Dios.
La verdadera belleza de una mujer no está en su apariencia externa, sino en su temor al Señor y en su conducta piadosa. Como dice la Escritura:
"Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; la mujer que teme a Jehová, ésa será alabada." – Proverbios 31:30
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