Colosenses 3:23 dice:
"Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres."
Amados hermanos, trabajemos en la iglesia con la convicción de que cada cosa que hacemos es para glorificar a Dios, sin esperar el reconocimiento humano.
Nuestra recompensa proviene de Él, y no de las recompensas terrenales que muchas veces pueden ser pasajeras e insatisfactorias.
En Mateo 5:16 leemos:
"Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos."
Trabajar con amor y compromiso no solo transforma nuestra vida, sino que inspira a otros a acercarse a Dios y glorificar Su nombre.
Como cristianos, estamos llamados a vivir cada día con entusiasmo y propósito, sabiendo que formamos parte de algo más grande que nosotros mismos.
El apóstol Pablo, quien enfrentó enormes desafíos, escribió:
"He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe" (2 Timoteo 4:7).
Esta es una invitación a perseverar y a vivir con la certeza de que estamos cumpliendo un propósito divino, aún en las tareas más humildes.
La manera en que asumimos nuestras responsabilidades espirituales no solo impacta nuestro presente, sino que refleja nuestra fe en las promesas eternas de Dios.
¡De ti depende abrazar esta verdad!
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